martes, 10 de marzo de 2009

Relato ficticio 3ª Parte: La Harina

Te felicito. Me has tomado bien el pelo. El panadero terminó de atender a una señora y me miró. ¿Qué quieres decir? ¿No has oído nada? Le sonreí con ironía. Entonces cogió una flauta y le dio un mordisco. Se quedo unos segundos en silencio mientras masticaba, mirando a ninguna parte. Hum... Creo que han cambiado la harina.

jueves, 5 de marzo de 2009

Relato ficticio 2ª Parte: La segunda Flauta Mágica.

Ayer volví a la panadería. Me has estafado. Tus flautas mágicas no funcionan. El panadero me miró extrañado. ¿Cómo que no? Puede que no estuvieras atento. Llévate otra y presta más atención. Pagué y me fui a casa. Con gran atención y no menos placer volví a dar buena cuenta de la flauta presuntamente mágica. Esta vez con queso. Me encanta el queso. Esta vez sí sentí algo. Me sentí estúpido.

lunes, 23 de febrero de 2009

Relato ficticio 1ª Parte: La Flauta Mágica.

El otro día fui a la panadería. Junto a un cartel que ponía flautas había unas barras de pan alargadas y finas. Más finas que una baguette. Son flautas, dijo el panadero. Flautas mágicas, puntualizó. ¿Qué?. Sí, cada vez que das un mordisco escuchas una dulce melodía. Compré una y me la comí con chorizo. No escuche nada, pero estaba muy buena.

lunes, 12 de enero de 2009

El Tambor de Hojalata

Como decía el pequeño Oscar:
"Ustedes habran de convenir conmigo en que, por muy cerca del cielo que se pueda estar en lo alto de un trampolín, la situacion es teriblemente endemoniada."

viernes, 5 de diciembre de 2008

Principio, trama y desenlace


estas alturas de La Historia, ya hace rato que nos han presentado a los personajes y han pasado tantas cosas (énfasis especial en "tantas") que uno empieza a pensar que el desenlace tiene que estar a la vuelta de la esquina. Pero oye: Espero que no sea así. Es más: Por lo que a mí respecta, prefiero no enterarme de cómo acabará Esto. Porque Esto es del tipo de cosas que cuando acaban, acaban mal; y la única forma de que no acaben mal es justamente eso, que no acaben.

domingo, 23 de noviembre de 2008

El look

Por delante le salía la nariz chata y la barba, muy negra y muy tupida aunque corta, y por los lados y por detrás le salían las rastas. Salían con bastante comodidad, porque el gorro no era ceñido sino más bien troncocónico. Tiró de las rayas de colores hacia abajo, y como el gorro era un gorro de rayas, éstas lo arrastraron con ellas también hacia abajo hasta casi cubrirle los ojos. Echó la cabeza un poco para atrás para mirarse reflejado en la ventanilla de enfrente y debió sentirse satisfecho porque lo dejo todo tal cual estaba.
Podía ver el suelo y a la gente (porque era alto), pero no podía ver el cielo ni el futuro, porque el futuro, en todo caso, estaría enfrente de uno. En ese momento, probablemente no tendría mucha importancia. Yo tampoco podía verlo porque estábamos en el metro. Tampoco puedo ver el futuro, aunque yo no llevo gorro. Pero después sí que pude (y ahora me refiero sólo al cielo). Era un cielo muy azul y con el sol pegando de lado,bastante bajo, porque, aunque era casi mediodía, también era casi invierno.

sábado, 22 de noviembre de 2008

A vuestra salud

Esto fue en Beijing (o Pekín, como siempre se dijo) en la plaza de Tiananmen donde no saben lo que es una Mahou (allí te puedes tomar una TsingTao) así que me tomé una Mao.

lunes, 27 de octubre de 2008

Pólvora casera

Mi padre me enseñó cuando yo era pequeño a fabricar polvora con azufre y clorato potásico. Mi padre era profesor de inglés. No se dónde lo aprendió. Cuando él era un jovenzuelo él y sus amigos asustaban a los campistas con pequeñas bombas caseras.
Solo necesitas azufre, clorato potásico, el hilo de una bombilla, un cable y una pila electrica.
El primer año de universidad con mis amigos del colegio mayor hicimos algunas aplicaciones prácticas a tales (maravillosos) conocimientos. Tras algunos experimentos previos añadiendo (por recomendación del farmaceutico que nos vendió el azufre) carboncillo de unos portaminas y lápices (que únicamente conseguian más combustión pero no más explosión y que por ende rechazamos), optamos por intentar construir un avión con cartulina propulsado por un motor cohete cuyo fundamento no teníamos todavia muy afinado.
Yo tenía un bolígrafo viejo con cuerpo de acero y con un extremo muy válido para la función de tobera. Le metimos dentro la polvora y el sistema de encendido (muy igenioso por cierto, me permito decir). Construimos una especie de plataforma de despegue y lo llevamos todo a un puente que había cerca.
El objetivo era que el motor propulsase a la aeronave lo suficiente como para salir de la plataforma y cayendo desde el puente, la gravedad y la aerodinamica del propio avión hicieran el resto.
3, 2, 1, Cero! Ignición!... El resultado fue un poco decepcionante. Si bien el motor se encendió y empezó a echar fuego como una bengala, se ve que no producía la suficiente presión como para que el avióncito se moviese un solo milimetro de su flamante plataforma. Así que lo empujamos. Por lo visto tampoco estaba muy bien equilibrado (no teníamos ni idea aun de ciertos conceptos básicos de la mecanica de vuelo) y cayó casi a plomo desestabilizado por el peso de motorcillo.

No obstante, no fue ésta mi primera incursión en el campo de la ingeniería aerospacial. Al igual que Yuri Gagarin sirvió de pionero a la especie humana, y la perra Laika a la perruna, yo aporté a la lagartijiana una representante sin nombre. Pero eso es otra historia.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Acritud o

acrimonia.

(Del lat. acrimonĭa).

1. f. Aspereza de las cosas, especialmente al gusto o al olfato.

2. f. Agudeza del dolor.

3. f. Aspereza o desabrimiento en el carácter o en el trato.